Si nos detenemos un poco podemos observar, cada vez que pensamos en algo de manera consciente o inconsciente, suele suceder.
Casos evidentes, como pensar, “cuidado que se me va a caer el café en la camisa”, y va, y se me cae la gota del café en la camisa.
El pensamiento dirige la acción no espontanea, la acción permite la consecuencia, la consecuencia permite la experiencia y la experiencia permite el desarrollo del alma mediante el aprendizaje consiguiente,
que opera según la ley universal de acción-reacción o de causa-efecto.